22 abril 2013

¡Es mío!

Después de tantos y tantos días de lluvia durante este invierno hoy la gente me ha recordado a los caracoles y ahora, con los días de sol, lo que antes eran calles desoladas y plazas solitarias se llenan de personas necesitadas de calor. Y así estaba este mediodía el bar de María, con todas las mesas y las sillas ocupadas: fuera, al sol y a la brisa que venía del puerto, la gente de la ciudad, dentro, en las viejas mesas arañadas por las fichas arrastradas sobre ellas en miles de partidas de dominó, los marineros.

A primera hora de la tarde, cuando el sol comienza su caída desde los cielos hasta el mar,  aun quedaba un par de mesas ocupadas por dos matrimonios y tres niños pequeños; los mayores tomando una copa y charlando, los críos sentados, aburridos, cansados de esperar. Junto a la puerta María esperaba que se marchasen para recoger lo que quedaba y cerrar, yo, a su lado, esperaba a que se marchasen para estar unos minutos a solas con ella. Y desde la puerta hemos visto a dos de los niños coger una pelota que había en una silla para irse a la placita a jugar, pero el otro ha saltado como un rayo y se la ha quitado.  Después se ha vuelto a sentar con el juguete entre sus piernas y sus brazos y ha dicho, casi gritando, dos palabras: ¡es mía!  No juega con ella, pero tampoco deja que los otros lo hagan. Recurren los pobre niños, casi llorando, a una de las mujeres para que les consiga la pelota, pero es una madre moderna, una mujer liberada que tiene su trabajo, su teléfono móvil, su ordenador portátil, su propia cuenta corriente en el banco, su coche... y su hijo tiene su pelota. Es suya y él decide que se hace con ella. La propiedad privada.

-¿Ves farero? ese es el principio de todos los males de este mundo.

No entiendo  qué quiere decirme María, pero  ella no tarda en explicármelo.  -Es mío. De ahí vienen todos los problemas de este mundo, del egoísmo, del "yo" por encima del "nosotros". Cuando una persona dice "es mío" en el tono que lo ha dicho ese niño está poniendo una frontera entre ella y el resto del mundo, en cierto modo se siente superior, con el malvado poder de no compartir, y da más valor a ese sentido de poseer que a las necesidades y los sentimientos de los demás. Sobran "míos" y faltan "nuestros".

Ahora, de noche, en la soledad del faro, las noticias de la radio hablan de las toneladas de comida que se tiran cada día a la basura,  de gente que busca en los contenedores de las ciudades la comida que otros desprecian. Es como el niño de esta tarde y su pelota, inmensamente más triste, más duro, más dramático, pero la misma base, la misma lógica: es mío. No lo uso, no me sirve, pero no lo comparto, no lo doy a quien lo necesita. Y a mí, que no me hace falta tener  razones para pensar en ella, me vienen a la cabeza las palabras de María, y la cara de los pobres niños que se quedaron sin jugar con la pelota porque  otro niño no quiso compartirla, porque, como decía María, sobran "míos" y faltan "nuestros".



El viejo farero.

4 comentarios:

Leonor dijo...

Viejo farero, cuánta razón tiene María, estamos educando en el egoísmo lo mismo que fuimos educados nosotros y cada vez será peor porque somos más y hay más competencia.
Recuerdo que cuando mis hijas eran pequeñas, la mayor ejercía el poder sobre la pequeña y todo lo que había en la casa era de ella, pues así lo consideraba al haber llegado primero. Les escribí un cuento que se titulaba "Lo mío, lo tuyo y lo nuestro". Ahora son mayores y aún lo recuerdan. Son dos personas generosas y comprometidas, no digo yo que gracias a mi cuento, pero algo haría.
Un saludo.

El viejo farero dijo...

Son muchas las cosas que este viejo farero ha aprendido de María, y es verdad también lo que tú dices: nos educamos en el egoísmo. Supongo que es innato al ser humano.

Yo también escribí y leía un cuento a mis hijos cuando eran pequeños, en este caso les animaba a superar los miedos enfrentándose a ellos. Buscaré si alguna vez lo dejé en el blog y si no uno de estos días lo pongo.

Gracias por tu visita.

Un saludo.

Ciudadano Plof dijo...

Amigo: Por si te sirve de consuelo, este ciudadano se solidariza hasta la médula contigo y con María.
Efectivamente, el mal se asienta en la sociedad con la propiedad privada.
Los pueblos que vivían en sagrada comunión con la naturaleza (no sé si quedará alguno)todo lo compartían. "Todo era de todos".
Tal vez sea ése el único camino
a la felicidad.

El viejo farero dijo...

Gracias por tu comentario, ojalá los humanos dedicásemos a los demás la mitad del tiempo que dedicamos a nosotros mismos.

Un saludo.